sábado, 20 de agosto de 2011

Y en ese treinta y uno de julio del año dos mil once, gris y lluvioso, un manto de cristalina nieve, coronó tu partida, desafiando tus dotes de poeta; más aún con tus labios yertos, tus palabras pervivirán a quienes conocieron tu grandeza humana e intelectual.
Así, recuerdo aquel día que pronunciastes un instante del vivir, con palabras espontáneas, reflejándolas en estos versos:

"En esta tarde, sí,
                    en esta tarde...
que ya declina al son de los relojes
y se apaga la luz del universo,
quiero encontrarte, Dios, por un sendero
que tu y yo recorrimos en la vida,
en un rincón de tiempos y cadencias;
y nos dijimos cosas
mientras ambos buscabamos encuentros.

Y es en esta tarde...
en el momento exacto
de las augustas sombras,
cuando calló mi voz
en la dulzura del ocaso".

Eduardo Francisco Ferreira Sobral